Los padres,
abuelos y educadores somos los “Pepe Grillos” de los niños;
inicialmente, hay que acompañarles y corregirles y luego, a medida que van
madurando, nuestra función es intentar describir, explicar y ayudar al niño
a ser consciente de las consecuencias de sus actos. Todo esto, con el fin
de ayudar a nuestros niños para que poco a poco vayan desenvolviéndose de
manera más segura
e independiente.
Este proceso
se va a ir dando poco a poco. La edad del niño marca la forma en que los
padres manejemos la desobediencia. El objetivo es que el niño vaya
adquiriendo capacidades que le permitan ir comunicándose e integrándose en el
entorno en el que va a vivir.
La
desobediencia es normal en todo este proceso.El niño está descubriendo los límites del
entorno, diferenciando lo que es correcto de lo incorrecto, lo que se puede y
lo que no se puede hacer. Y el niño no puede encontrar solo estas respuestas, los adultos le
tenemos que guiar y ayudar.
Muchas veces
los adultos tendemos a decir, “qué desobediente es este niño”, cuando el niño
está inmerso en el disfrute de la exploración y descubrimiento.
Con esto lo
que quiero que tengáis presente los padres es que el niño, cuando es
pequeño, no tiene como motivación incordiar, sino explorar, y para ello tiende
a utilizar sus sentidos.
Dejar
explorar al niño dentro de ciertos límites es sano para el desarrollo de su
autocontrol.
A partir de
los 3 años comienza la etapa de la comprensión de palabras y
oraciones, cambia nuestra manera de comunicarnos
con los niños.
Si queremos
educar a nuestros hijos de esta edad y hacer que nos comprendan, las frases
deben estar enfocadas de manera afirmativa, ya que esto les permite comprender
mejor los acontecimientos. Por ejemplo: en vez de decir: “no tires tus
juguetes, o tus zapatos”, es mejor decirle: “deja los juguetes en la caja, o
dáselos a mamá”. Cuando el niño hace lo que le pedimos, siempre hay que acabar
con un elogio, como “muy bien”.
A esta edad
el niño será mucho más receptivo que en etapas anteriores, comprenderá que ha
dado alegría a mamá y a papá y se sentirá feliz y querrá volver a lograr ese
momento, y por ende, tenderá a repetir la acción. Cognitivamente, los NO, solo se comienzan
a entender a los 3 años.
A medida que
el niño crece, las normas
se harán cada vez más complejas. Un niño de esta edad debe ser capaz de: recoger
sus juguetes solo o con muy poca ayuda, comer solo, no
interrumpir a los adultos, ir al baño con ayuda, ir de la mano por
la calle, lavarse los dientes, vestirse solo, responder a la
primera en instrucciones como irse a la cama, dejar de ver la
televisión, ir a ducharse, ayudar a poner y recoger la mesa, ayudar a
hacer su cama, no pegar, no gritar al hablar, escuchar mientras le
hablan…
Una manera,
de hacer que el niño aprenda a seguir instrucciones y posteriormente incorpore
el concepto de obedecer,
es hacer hincapié en explicarle que los adultos son los que deciden, ya que
está bajo el cuidado de ellos.
Para ello,
es importante que estos adultos, ya sean los padres, o los abuelos, sean coherentes,
firmes y afectuosos en el momento de enfrentar diversas situaciones y pongan
los límites in situ manteniendo la calma.
La
coherencia es la base del respeto y da seguridad a los niños.
Es muy
importante hacer bloque frente a los niños, es decir, que tanto papá y mamá
son los que tienen la autoridad de crear los
hábitos, y por lo tanto no se debe devaluar a ninguna de estas figuras
frente al niño.
A partir de
los 5 ó 6 años, aún es momento de acompañar a los niños en sus razonamientos.
A esta edad, es muy positivo hacer que el niño verbalice las posibles
consecuencias de sus actos. El niño es más consciente y tiene capacidad de
razonar el por qué y para qué de las cosas.
De esta
manera, los niños van aprendiendo a respetar las rutinas y
adquieren poco a poco disciplina en sus actividades, lo que va acompañado de la
validación, respeto y consideración a lo que los adultos piden, es decir, a la
obediencia.
En resumen,
para poder establecer rutinas y hábitos es necesario que ambos padres
diseñen un listado con actividades y normas a seguir en la casa.
Estas deben
incluir horarios
de baños, alimentación, juegos en solitario del niño y juegos de los padres con
ellos, de las comidas, de ir a dormir, de salir de paseo, de cuentos, etc.
Es
importante que las normas sean pocas y ajustadas a cada edad.
Lo ideal
es acompañar estas rutinas con símbolos o rituales, por ejemplo: para leer el cuento,
el niño tiene que estar bañado, con pijama y metido en la cama, si no es así…NO
HAY CUENTO, aunque llore, patalee y os de tristeza, este es el punto que nos
ayudará a transmitir los límites y el encuadre de seguridad a los niños.
Dependiendo
de las circunstancias o de la estación del año, algunas rutinas son más o menos
difíciles de llevar a cabo. Por eso es necesario dejar abierta la posibilidad
de flexibilizar. Así, poco a poco, los niños van cogiendo seguridad. Lo que
lleva a los niños al caos es no poder gestionar emociones como el temor o la
tristeza.
Por: Claudia Quiroz Chavarría, psicóloga
infantil del Grupo CRECE
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