Intervención conductual sobre el contexto familiar
La sintomatología de TDAH se debe al deterioro o mal
funcionamiento de las funciones ejecutivas; estos procesos cognitivos son los
que organizan y expresan la conducta y sus relaciones con el medio, tanto
externo como interno. Estas funciones están ubicadas en el lóbulo frontal,
especialmente en las regiones dorsal lateral, medial y orbital del córtex prefrontal
.
Los modelos cognitivos del TDAH sitúan el núcleo de las
alteraciones características de este trastorno en el funcionamiento alterado de
las funciones ejecutivas. Éstas son procesos cognitivos que coordinan,
integran, supervisan, regulan y planifican las funciones cognitivas y la
conducta. Potenciando su desarrollo se permite un mejor uso de la reflexión y
de los recursos cognitivos sociales y emocionales, de forma que sean más
eficaces en la realización de las tareas, en el autocontrol del comportamiento,
en la adaptación a los cambios y, en definitiva, en la planificación de las
acciones adecuadas para llevar a cabo una conducta eficaz y creativa con el fin
de conseguir objetivos y metas socialmente aceptadas .
Los tratamientos más estudiados son la intervención
farmacológica y las intervenciones
basadas en la modificación de conducta y el entrenamiento a padres y profesores
en el manejo y control del comportamiento. Las investigaciones demuestran, de
forma prácticamente unánime, que los programas combinados son los que se
muestran más eficaces . Han ido apareciendo otros tratamientos, denominados
alternativos, que cuentan con diferente grado de apoyo empírico, como el neurofeedback
o el mindfulness. Finalmente, hay tratamientos, como las dosis elevadas
de vitaminas, restricciones en la dieta, homeopáticos, de optometría, la
estimulación musical auditiva o la terapia de juego, que no cuentan con la
suficiente eficacia empírica que los avale.
Los tratamientos para el TDAH que cumplen los criterios de
eficacia bien establecida y con apoyo empírico son el farmacológico, la
modificación de conducta y la combinación de ambos .
Modificación de conducta
Por conducta entendemos toda acción que realiza una persona
como consecuencia de su interacción con el entorno. El cerebro es el que genera
nuestras conductas y, gracias a su plasticidad, podemos modificarlo con las
experiencias. Por lo tanto, la conducta humana puede cambiar y la condición
necesaria para conseguirlo es ser persistentes, congruentes y consecuentes.
Los programas de modificación de conducta permiten tanto la
adquisición/incremento de conductas adaptativas, como la extinción/disminución de
conductas negativas, moldeando dichas conductas mediante la manipulación de los
estímulos, las consecuencias y el entorno. El planteamiento básico es que la
conducta se aprende y mantiene como resultado de sus consecuencias. Alterando
las consecuencias, podremos cambiar las conductas.
El entrenamiento a padres en habilidades para el manejo y
control de la conducta de sus hijos es útil para la convivencia diaria, ya que,
con frecuencia, las relaciones familiares se encuentran muy dañadas y en ellas
a menudo se instauran patrones de interacción coercitivos, en los que las
continuas conductas negativas de los niños se refuerzan por los propios padres
cuando acaban transigiendo ante éstos por diversos motivos, ya sea por
incongruencia o falta de perseverancia, por dejarse llevar por su propio estado
de ánimo, o simplemente por el estrés que les genera un enfrentamiento más con
el niño .
Estos programas están diseñados para mejorar el estilo
parental y la interacción padre-hijo, e incrementar la coherencia y
consistencia del proceso de socialización del niño dentro del hogar. Se centran
en la modificación de la conducta del hijo y en el incremento de la
comunicación y mejora de la relación padres-hijos. Se enseña a los padres a
establecer reglas, dar normas claras, negociar acuerdos y reducir o eliminar
las reprimendas verbales; también aprenden a utilizar el refuerzo positivo para
incrementar las conductas más adaptadas.
Se sabe que los trastornos del comportamiento disruptivo
tienden a la cronicidad, que los tratamientos breves no funcionan, y que no
existen ‘soluciones fáciles y rápidas’. La mayoría de las veces presentan
múltiples áreas de su funcionamiento alteradas y comorbilidades, por lo que se
requiere un tratamiento multidisciplinar de al menos varios meses de duración.
La intervención precoz aumenta la probabilidad de éxito. El tratamiento debe
ser individualizado para cada paciente y cada familia, y es indispensable
comenzar con objetivos realistas y a corto plazo, para ir avanzando
progresivamente.
Es importante resaltar que el trastorno no se debe a las
capacidades educativas de los padres, pero, si estas capacidades son escasas o
se aplican de forma inconsistente e incoherente, los síntomas y conductas
alteradas se mostrarán con mayor frecuencia e intensidad. En todo caso, hay que
evitar que los padres se sientan culpables, y propiciar su motivación para que
aprendan y apliquen las técnicas del programa.
Uno de los programas de entrenamiento a padres empleados
habitualmente es el desarrollado por Barkley en 1987. El planteamiento de este
programa se centra en cuatro puntos clave:
– Aprender y ejercer un adecuado manejo y control conductual
a partir de las consecuencias.
– Insistir en el uso de las consecuencias reforzantes, evitando
el uso intensivo e indiscriminado del castigo.
– Aprendizaje de los padres de las habilidades necesarias para
la adecuada administración de recompensas, dar órdenes eficaces, anticipar
posibles situaciones conflictivas y planificar la manera más eficaz de
afrontarlas.
– Adaptar el programa a las características de los padres,
de los niños y de los problemas infantiles que se produzcan.
psicopedagógica en el trastorno por déficit de atención/hiperactividadLuis Abad-Mas, Rosalía Ruiz-Andrés, Francisca Moreno-Madrid, Raquel Herrero, Enrique Suay
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